Será que me he hecho mayor y mi visión de la vida ha ido cambiando. Será que me he caído y me he levantado ya muchas veces para saber que los blancos y los negros muy pocas veces existen; el gris es el color predominante. Será que la realidad depende de las gafas con la que la miras y que los años te dan empaque para según qué cosas.

He de reconocer que ahora tengo menos pelo pero más criterio. Sin querer voy perdiendo el ímpetu de los 20 pero gano la perspectiva de los 40. Reconozco que mi visión de la vida en general y de los recursos humanos en particular se ha visto tamizada después de estos  años de experiencia.

En gestión de talento, en el liderazgo de personas, en la dirección de equipos creo que hay que dejarse el maquillaje a un lado, dejarse de florituras y hacer lo que hay que hacer. «Back to basic»… volver a la esencia, volver a los principios, lo llamemos con el anglicismo que toque en ese momento pero volver a lo básico. ¿Y qué es volver a lo básico? Trata bien a las personas, reconoce su trabajo de hecho y de derecho, crea entornos en los que puedan desarrollar su talento, exige resultados pero procura que tengan los medios para alcanzarlos,  da feedback  (positivo y de mejora), ten sistemas de control para pilotar la organización pero da libertad y confianza para el desempeño… y siempre sé el ejemplo que quieras que los demás sigan.

En Recursos Humanos invertimos demasiado tiempo dándole vueltas si el termino es el adecuado o no  y menos tiempo en hacer lo que nos toca. Dudamos de la importancia de nuestra función e incluso debatimos el alcance de la misma. Que si las nominas sí o no, que si la prevención sí o no, que si lo mantenemos dentro o lo externalizamos… Es cierto que la mayoría de las organizaciones tienen denominadores  en común, rasgos y patrones que se repiten y que todo está inventado  pero cada empresa es un mundo. Y dentro de ese mundo particular hay unos seres que se llaman trabajadores o mejor colaboradores, equipo… en definitiva personas. Y las personas son personas aquí y en cualquier parte del mundo.

¿Cuál es la esencia de nuestro trabajo? Poner a la persona en el centro del negocio y junto a ella hacer de la empresa un lugar de crecimiento personal, profesional, rentable y duradero en el tiempo. No olvidemos que las empresas tienen que generar riqueza para sus accionistas/propietarios como para su gente y por ende para la sociedad. Hay empresas que «utilizan» a sus trabajadores para conseguir resultados a corto plazo. Visto el éxito de estas empresas desde fuera, hace que se ponga en duda lo dicho anteriormente. Pero la clave no es el éxito a corto sino hacer evolucionar ese éxito para que se convierta en la palanca de sostenibilidad de la empresa <otra cosa es que queramos darle un pase rápido vendiendo a un capital riesgo, etc. pero esto es otra historia>

En todos estos años de experiencia profesional en este mundo de la gestión de personas, de los recursos humanos, de la gestión del talento… He tenido la suerte de vivir todo tipo de experiencias; buenas y malas. He sido espectador de los cambios y evoluciones de nuestra área; desde los diferentes estilos de management y liderazgo, a los diferentes perfiles profesionales a la hora de reclutar, a la famosa lucha por el talento, la crisis, los ERE´s. Ahora nos toco lidiar con la brecha digital, con los millenials, con la infoxicación, el mundo 4.0, el internet de las cosas y todo envuelto en entornos VUCAS y con un follón a nivel político, sociodemográfico y de valores del que no podemos ser ajenos.

Volviendo la vista atrás y haciendo un ejercicio de introspección, creo que lo único que ha habido constante en mi carrera y creo que en la de much@s ha sido «el cambio». Un cambio que va más allá de cuantos puestos de trabajo se ha tenido, sino un cambio en cómo se han ido asimilando, digiriendo, transformando y ejecutando los cambios que se han  ido sucediendo en los entornos laborales en los que nos movemos. Cambios que en algunos casos nos los hemos encontrado y otros que nosotros hemos provocado. Las empresas se han transformado y las personas también. Y por su puesto aquellas empresas y personas que no han hecho esa transformación hoy tienen un problema. ¿De quién es culpa? Esto da para otro post.

Hoy con cuarenta años ya no me dejo deslumbrar por empresas con grandes plantillas, con profesionales con tarjetas que empiezan por Vice…, Coorporate…, Director…Chief….Gerente…,ni por vídeos corporativos dignos de un Oscar, ni  por oficinas de cristal. Hoy con cuarenta años sé que no se puede aplicar toda la batería de herramientas y políticas en todas las empresas. Conozco empresas muy grandes que lo hacen muy bien y empresas pequeñitas que lo hacen igual o mejor. El grado de madurez de la empresa no siempre está correlacionado con el volumen de facturación, ni con el de personal. Ser responsables del área de personas tiene mucho de ciencia pero siempre tendrá una parte «arte». Y abriendo un gran debate, considero que esa parte de «arte» es la que marca la diferencia.

Desde la posición que me brinda esta edad me siento con fuerzas para afirmar que no hay nada más valioso que apostar por las personas. Apostar por las PERSONAS en mayúsculas, convencidos realmente que son la única ventaja competitiva frente a la competencia. Convencidos de que cada euro que se invierte en ellas tiene retorno y convencidos que son el fin y no un medio para conseguir nuestros objetivos de empresa. Tú ten a tu front office descontento, tú ten a tus comerciales sin rumbo, no tengas a tus directivos alineados, no tengas a tus técnicos formados, tú no tengas a tu empresa entrenando todas las semanas que veremos cómo termina el partido. Da y luego exige.

Cuarenta años y vente en este mundo de los recursos humanos. Desde los años de formación hasta hoy en día. Desde el descubrimiento de la vocación hasta la pasión por la profesión. ¿Sabéis qué ha sido lo mejor? Todos los profesionales que me he encontrado por el camino y me han acompañado en este viaje. Los que ya no están, los que pelean actualmente codo con codo conmigo y los que están por venir que seguro son muchos. Gracias por dejarme aprender de vosotr@s, gracias por compartir conmigo vuestro tiempo y vuestra sabiduría, gracias por hacerme crecer como persona y como profesional. Gracias de corazón.

Y no olvidar nunca: «Una empresa sin personas es un edificio».

¡Abrazos kinestésicos para tod@s!